Donde almacenar todo aquello que no quieres olvidar, pero con lo que no puedes vivir...







L'ÙLTIM VIATGE


                                                       
     3r CERTAMENT DE NARRACIÓ BREU "HI HAVIA UNA VEGADA"
                                        Sant Feliu de Codines


                                    L’ÙLTIM VIATGE

En Joan i La seva dona eren al tren que anava cap a Girona…
Joan está sentado, relajadamente. Mira por la ventanilla con los ojos medio cerrados; su mujer acurrucada a su lado, con los ojos cerrados y asida fuertemente de su brazo, como si temiese quedarse dormida y, al despertar, él la hubiera abandonado. Hipnotizado por ese sol mañanero de otoño que se cuela desvalido pero confortable por la ventana, Joan se pierde en pensamientos, pensamientos de una vida, una vida que va pasando por su mente como el paisaje pasa por el costado del tren, paisaje que había visto transformarse palmo a palmo con el paso de los años. No siempre habían hecho ese trayecto en 1ª clase, recuerda cuando lo hizo por primera vez recién llegado a Barcelona, cuando entro al servicio de una gran compañía nacional, fue su primer y único trabajo, 45 años de su vida entregados al estado, recuerda la alegría que le dio su amigo Ferrán cuando le comunico que había hablado con un conocido e influyente miembro del partido y podía comenzar a trabajar allí. Èl, que siempre había sido “rojillo”, enchufado, pero tenía que pagar la pensión, y comer aunque fuera una vez al día, el hambre no sabe de colores. Recuerda aquel primer día con su mono amarillo y el bocadillo bajo el brazo, andando por la vía de la estación de Francia. ¡ qué lleno de vida estaba! Luego, con el tiempo, pasó de la vía y el mono al traje azul imponente, con gorra roja, que le permitió dejar la pensión, dejo de patear la vía para patear los trenes como “revisor”, título que ostentaba la placa dorada que lucía en la pechera de su uniforme, el “pica pica”, que le llamaban los viajeros. Su primer trayecto, el que cubría la costa: Barcelona -Port bou. Ese primer día ya quedó enamorado de Blanes.


-¿te encuentras mal?- le preguntò su esposa, mirándolo con esa cara de madre primeriza preocupada por el bienestar de su retoño.


- no te preocupes tanto, estoy mejor que bien.


Esa pregunta sacó a Joan de su hipnotismo, y ahora contempla la cara de Mireia, que así se llama. La mira y esboza una sonrisa de complicidad, que ella le devuelve mientras se acurruca en su sillón asida a su brazo, que acaricia suavemente en un signo inequívoco de complicidad. Mireia… la mira y ve a la misma jovencita apocada que subía cada domingo a su tren, que se sentaba sola y no levantaba la vista de su libro hasta llegar a la estación de Blanes, donde se apeaba y la perdía de vista hasta el domingo siguiente, recuerda el día en que casi por casualidad, paseando por la cala de Santa Cristina, como solía hacer cada vez que disfrutaba de un día de fiesta, la vio sentada en un recodo, resguardada del viento por una pared de rocas, disfrutando del sol y con la sola compañía de ese libro, con el que parecía evadirse del resto del mundo. Recuerda como le temblaban las piernas conforme se acercaba a su presencia, pero algo le empujaba a conocerla.


.- Hola, soy Joan, te conozco de mi tren. Le dijo tendiéndole la mano.


Ella le miro, y esbozando una sonrisa socarrona, le dijo:


.- Hola Sr. Renfe…


Me entro un calor que me recorría todo el cuerpo, nunca me había sentido tan ridículo, menos mal que ella al verme perdido se excuso por la broma y me dijo que ella también me conocía del tren, que parecía menos serio sin el traje y la gorra. Estuvimos toda la tarde de charla. Me explico que era de Barcelona, que sus padres habían fallecido en un accidente, que trabajaba de dependienta , y que todos los días que su trabajo le permitía se desplazaba hasta Blanes, a una casita que sus padres le dejaron en herencia…, Hablaba, hablaba, hablaba y a mi me encantaba escucharla, fue como quitarle el tapón a un embalse de agua, se vació, como si llevase años esperando poder sacar todas aquellas palabras. Ya han pasado 40 años y, ahora que recuerdo, nunca mas la he visto coger un libro. Volvió a perder su mirada a través de la ventana, ya queda poco para el final, pensó, y siguió recordando todo lo que habían pasado juntos. Siempre juntos, en lo bueno y en lo malo, como prometieron aquel lejano día de Julio en la cala de Santa Cristina, sin testigos ni curas, solos, y luego la paella en el puerto, como tantos y tantos domingos.


El sonido de un Talgo lo sacó de sus pensamientos, automáticamente, tocó el brazo de Mireia suavemente, para no sobresaltarla.


- ¿Estas segura?, ¿lo tienes claro?. Le preguntó, con resignación y un toque de melancolía en la mirada.


- siempre juntos en lo bueno y en lo malo.- y esbozo una sonrisa, cerrando los ojos.


Cuando volvió a mirar por la ventanilla, del Talgo solo quedaba un susurro lejano, y recordó el día en el que lo llamaron para ofrecerle el puesto de jefe de tren en uno de esos, su sueño, un tren de largo recorrido, grandes viajes, días y días viajando, pero no era el mejor momento, Mireia no podía estar sola y menos por aquel entonces, cuando nos comunicaron que no podríamos tener hijos.... Sé que a ella le hacía mucha ilusión, pero nunca escuche un reproche; es más, nunca quiso ver las pruebas, aunque yo sabía que el responsable era yo, siempre soy yo, mi salud frágil y… Me lo dijo el Dr. Rovira, hace tres años la primera vez que me visitó, “los excesos se pagan”. Nunca antes había visto a un médico. Todos mis males los había curado con “orujo”, mano de santo, que me dolía algún hueso “copazo de orujo”, que tenía fiebre, “copazo de orujo”, que me venían esos malditos ataques de tos, “copazo de orujo” y un cigarro, para calentar la garganta. ¡Tanto orujo y tantos cigarros¡ cuántas veces Mireia se enfadaba conmigo y me decía que parecía una chimenea… Después de aquella primera visita, se acabó todo, el orujo, los cigarros y el futuro… Sólo médicos, hospitales y visitas a centros especializados y ella siempre a mi lado, se acabaron los reproches. Nunca un reproche, nunca un “te lo dije”. Siempre a mi lado, siempre. A veces pienso si yo hubiera sido capaz, si hubiera demostrado su misma fuerza…, Ya nunca lo sabré.


- Joan, despierta, ya hemos llegado.- Le dijo con una sonrisa en los labios y mirándolo tiernamente-


- No, no dormía, estaba pensando…


- No pienses más, ya hemos llegado, queda poco para empezar de nuevo otra vez…- le dijo mientras le ayudaba a incorporarse.


Cuántas veces se habían bajado en aquella misma estación, cuantos fines de semana, siempre cargados de maletas. Mireia era de las que no sabían viajar sin equipaje, a pesar de tener de todo en la casita, “por si las moscas” decía ella. Esta vez no, esta vez era diferente, Mireia solo llevaba su bolso, ese que estreno hace tres meses, La Ultima vez que fuimos a ver al Dr. Rovira, el día que decidió que haríamos este viaje. Cuántas veces he intentado que cambie de opinión, pero no, ella siempre lo ha tenido claro, “juntos en lo bueno y en lo malo”, siempre juntos…,


Hoy no me ha costado llegar a la playa, ni siquiera he tenido que hacer la parada de rigor en el banco del paseo. Aquí nos conocimos y aquí hemos pasado parte de nuestra vida, es el único rincón que no ha cambiado desde que la vi el primer día…


- ¿estás segura…?


.- siempre juntos. -Le dijo mientras se tumbaban juntos sobre la arena y apretaba su mano con fuerza.


.- Siempre juntos.




                                                        ANTONIO GONZALEZ PARRA




(SEGONA MENCIÓ FINALISTA DE NARRACIÓ ADULT)




3r CERTAMEN DE NARRACIÓ BREU “ Hi havia una vegada”


Sant Feliu de Codines, 23 d’abril de 2010